La palabra PROHIBIDO significa, hazlo sin que se den cuenta.
31 de enero de 2013
24 de enero de 2013
21 de enero de 2013
Será porque tres de
mis más queridos amigos se han enfrentado inesperadamente estas Navidades
a enfermedades gravísimas. O porque, por suerte para mí, mi compañero
es un hombre que no posee nada material pero tiene el corazón y la cabeza más
sanos que he conocido y cada día aprendo de él algo valioso. O tal vez porque,
a estas alturas de mi existencia, he
vivido ya las suficientes horas buenas y horas malas como para
empezar a colocar las cosas en su sitio. Será, quizá, porque algún bendito
ángel de la sabiduría ha pasado por aquí cerca y ha dejado llegar una bocanada
de su aliento hasta mí. El caso es que tengo la sensación –al menos la
sensación– de que empiezo a entender un poco de qué va esto llamado vida.
Casi nada de lo que creemos que es
importante me lo parece. Ni el éxito, ni el poder, ni el dinero, más allá de lo
imprescindible para vivir con dignidad. Paso de las coronas de laureles y de
los halagos sucios. Igual que paso del fango de la envidia, de la maledicencia
y el juicio ajeno. Aparto a los quejumbrosos y malhumorados, a los egoístas y
ambiciosos que aspiran a reposar
en tumbas llenas de honores y cuentas bancarias, sobre las que nadie
derramará una sola lágrima en la que quepa una partícula minúscula de pena
verdadera. Detesto los coches de lujo que ensucian el mundo, los abrigos de
pieles arrancadas de un cuerpo tibio y palpitante, las joyas fabricadas sobre
las penalidades de hombres esclavos que padecen en las minas de esmeraldas y de
oro a cambio de un pedazo de pan.
Rechazo el cinismo de una sociedad que
sólo piensa en su propio bienestar y se desentiende del malestar de los otros, a
base del cual construye su derroche. Y a los malditos indiferentes que nunca se
meten en líos. Señalo con el dedo a los hipócritas que depositan una moneda en
las huchas de las misiones pero no comparten la mesa con un inmigrante. A los
que te aplauden cuando eres reina y te abandonan cuando te salen pústulas. A
los que creen que sólo es importante tener y exhibir en lugar de sentir, pensar
y ser.
Y
ahora, ahora, en este momento de
mi vida, no quiero casi nada. Tan sólo la ternura de mi amor y la
gloriosa compañía de mis amigos. Unas cuantas carcajadas y unas palabras de
cariño antes de irme a la cama. El recuerdo dulce de mis muertos. Un par de
árboles al otro lado de los cristales y un pedazo de cielo al que se asomen la
luz y la noche. El mejor verso del mundo y la más hermosa de las músicas. Por
lo demás, podría comer patatas cocidas y dormir en el suelo mientras mi
conciencia esté tranquila.
También
quiero, eso sí, mantener la libertad y el espíritu crítico por los que pago con
gusto todo el precio que haya que pagar. Quiero toda la serenidad para sobrellevar el dolor y toda la alegría para
disfrutar de lo bueno. Un instante de belleza a diario. Echar
desesperadamente de menos a los que tengan que irse porque tuve la suerte de
haberlos tenido a mi lado. No estar jamás de vuelta de nada. Seguir llorando cada vez que algo lo merezca, pero
no quejarme de ninguna tontería. No convertirme nunca, nunca, en una mujer
amargada, pase lo que pase. Y que
el día en que me toque esfumarme, un puñadito de personas piensen que valió la
pena que yo anduviera un rato por aquí. Sólo quiero eso. Casi nada o todo.
13 de enero de 2013
7 de enero de 2013
Ya se han terminado las vacaciones, triste pero cierto. Me
sigo sintiendo algo mal, pero a la vez mucho mejor que antes. Sé que tan sólo
es cuestión de tiempo que me ame a mi misma y me acepte del todo. Por otro lado
estoy algo “pasota” es decir, todo me da exactamente igual… y no debería ser
así. Quizá me haya decepcionado algo, a principios de curso pensé que entraría
en la carrera que quiero, no hay otra cosa que más desee que ser médico. Pero
lamentablemente mis notas no son tan buenas. Sé que hay muchas más opciones,
pero bueno… Otras de las cosas que me han recomendado que haga es que vaya a
trabajar en una agencia de publicidad, pero mi negatividad podría sentirse
desde la puerta y no puedo permitirme más fracasos, quizás en verano si ya me
encuentro mejor puede que lo haga… La gente me dice que soy hermosa, que no
estoy gorda, que soy inteligente, pero no me lo creo yo, que es lo que
verdaderamente importa.
6 de enero de 2013
La verdad es que cuando yo no lo busco lo encuentro. Ahora todo el mundo
se enfada conmigo sin motivo aparente. Gente con la que hace meses que no hablo
me viene para echar cosas en cara o simplemente discutir conmigo. Ahora que ha
pasado el tiempo y creo que soy más madura y objetiva, y que me doy cuenta de
las cosas y de lo que de verdad siento, me atrevo a decir que tengo miedo.
Tengo miedo de que me vuelvan a hacer daño, que me vuelvan a utilizar o a
fallar. Sé que todos los chicos no son iguales, pero lamentablemente el destino
solo me ofrece a idiotas que me engañan continuamente. Lo que realmente ocurre
es que hablo con ellos, les conozco lo suficiente, veo que me podrían gustar, o
que quizá yo ya les esté gustando, y ahí es cuando me digo a mi misma “PARA”
vas a volver a sufrir, a pasarte las noches llorando, a que se te pare la respiración
cada vez que veas a alguien que se parece a él. A volver a sufrir. Y no me va a
volver a ocurrir eso. Sé que es triste que no me quiera volver a enamorar, que
debo de admitir que es el mejor sentimiento que una persona pueda sentir. Pero
ahora lamentablemente soy más dura, más fuerte y algo más mala. Es triste pero
cierto, cada vez me siento más segura de mi misma y me voy conociendo mejor,
eso es lo bueno de toda esta dolorosa parte.
3 de enero de 2013
La envidia es la
religión de los mediocres. Los reconforta, responde a las inquietudes que los
roen por dentro y, en último término, les pudre el alma y les permite
justificar su mezquindad y su codicia hasta creer que son virtudes y que las
puertas del cielo sólo se abrirán para los infelices como ellos, que pasan por
la vida sin dejar más huella que sus traperos intentos de hacer de menos a los
demás y de excluir, y a ser posible destruir, a quienes, por el mero hecho de
existir y de ser quienes son, ponen en evidencia su pobreza de espíritu, mente
y redaños. Bienaventurado aquel al que ladran los cretinos, porque su alma
nunca les pertenecerá.
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- Laura
- No puedo vivir sin música, y mucho menos sin reírme mucho cada día. Me encanta hacer el tonto y cometer locuras. Se me da mejor escuchar que hablar. Creo que un beso, un abrazo o una caricia son lo que me hacen ser más fuerte cada día. Que vale la pena sonreír por las cosas más pequeñas e insignificantes, y sin duda alguna hay que cometer errores para aprender de ellos más tarde. Por lo demás soy la chica más normal del mundo.