La envidia es la
religión de los mediocres. Los reconforta, responde a las inquietudes que los
roen por dentro y, en último término, les pudre el alma y les permite
justificar su mezquindad y su codicia hasta creer que son virtudes y que las
puertas del cielo sólo se abrirán para los infelices como ellos, que pasan por
la vida sin dejar más huella que sus traperos intentos de hacer de menos a los
demás y de excluir, y a ser posible destruir, a quienes, por el mero hecho de
existir y de ser quienes son, ponen en evidencia su pobreza de espíritu, mente
y redaños. Bienaventurado aquel al que ladran los cretinos, porque su alma
nunca les pertenecerá.
3 de enero de 2013
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- Laura
- No puedo vivir sin música, y mucho menos sin reírme mucho cada día. Me encanta hacer el tonto y cometer locuras. Se me da mejor escuchar que hablar. Creo que un beso, un abrazo o una caricia son lo que me hacen ser más fuerte cada día. Que vale la pena sonreír por las cosas más pequeñas e insignificantes, y sin duda alguna hay que cometer errores para aprender de ellos más tarde. Por lo demás soy la chica más normal del mundo.
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